Un mar enfadado


Explorando la Furia y la Calma del Mar: Un Cuento de Reflexión Natural

Antes de leer el cuento

Sentada junto al mar en su banco favorito, mientras contemplaba la tormenta que se avecinaba. El viento cada vez soplaba con mayor intensidad y, al mismo tiempo, las olas cada vez eran más fieras. Parecía que en ellas se concentraba toda la ira del mar. Parecía que el mar aquel día se había enfadado, pero ¿con quién? Pensó ella. ¿Con quién se podía haber enfadado el mar?

Observó que las gaviotas se alejaban de él. “¡Chicas listas!” – pensó. Hoy no pescarían nada.

Fotografía de LiZardboy en Pixabay

Los peces y demás animales marinos, seguro que estarían en el fondo del mar o en otras aguas más calmadas, muy lejos de la tormenta. Unos nubarrones cargados de lluvia se unían. Parecía que no solo el mar, sino también el cielo, estaba enfadado. Las olas cada vez rompían con más fuerza en las rocas y la arena. Poco podía hacer ella, así que las dejaba pasar, adentrándose cada vez más en el paseo construido piedra a piedra, con mimo y estética por el ser humano.

Un relámpago iluminó el cielo y el sonido estrepitoso del trueno lo siguió. Mientras tanto, ella permanecía sentada, inmóvil, observando aquel maravilloso espectáculo.

El mar cada vez más fiero, el cielo cada vez más negro y ella miraba sin ver, sentía que toda aquella energía estaba acumulada y a punto de estallar. No lo notaba en el ambiente, sino que lo sentía dentro de ella.

El viento que despeinaba su pelo, la lluvia intensa que la empapaba, el frío que erizaba su piel, el ensordecedor ruido de las olas y truenos, todo ello no era nada, porque dentro de ella sentía la calma. La calma del mar un día de verano, la luz de un cielo despejado, el calor de los rayos de sol. Sus pies se habían quedado anclados en aquel banco, sabía que tenía que esperar allí quieta, observando la tormenta.

Desde lejos, cualquiera que la observara pensaría que ella formaba parte de aquella tormenta o quizás, ella era la calma en aquella tormenta.

El tiempo, tan benévolo como siempre, pasó. El mar se fue calmando y las nubes disipando; los rayos y los truenos desaparecieron, y unos tímidos rayos de sol volvieron. La tormenta había pasado, el mar se había calmado y lo supo porque frente a ella un enorme arcoíris había aparecido. Sintió que esa era la forma en la que el mar y el cielo se habían disculpado.

Fotografía de last_firstborn de Pixabay

Se levantó del banco y caminó por el paseo que había quedado dañado, no solo piedras, hormigón y arena, sino plástico y basura que el mar había vomitado de sus entrañas. Fue entonces cuando entendió por qué el mar estaba tan enfadado.

Un mar enfadado tiene licencia CC BY-NC-ND 4.0.© 2 por Teresa San

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